lunes, 1 de enero de 2018

Estudio de "Ética para Amador" de Fernando Savater

La reflexión moral no es únicamente una disciplina objeto de estudio para los estudiantes y especialistas de filosofía, sino que se trata de un conocimiento interdisciplinar que afecta a todas las disciplinas, ya que forma parte esencial de la educación del ser humano.

Más...Este libro, personal y subjetivo, como la relación de un padre con su hijo es a la vez universal como la relación entre padre e hijo, la más común de todas.

Su objetivo es estimular el desarrollo de librepensadores.




Prólogo

Los jóvenes deben tener amigos de su edad. Sin embargo, con padres, profesores y demás adultos solo cabe llevarse razonablemente bien, lo cual ya es bastante. Por lo tanto se debe desconfiar de aquel adulto que quiera ser tu amigo, ya que un padre o un profesor como es debido tienen que ser algo cargantes o no sirven para nada.

En este libro se va a reflexionar mucho sobre la libertad, tema que es más apropiado para ser leído en silencio y con mucha reflexión. Se propone hablar de la vida, de la vida de cada uno de nosotros.

Resulta fundamental tener confianza en uno mismo y no dejarlo en elementos externos (padres, ideologías, religiones... ). Para ello debes desarrollar tu propia inteligencia que te permitirá ser mejor de lo que ya eres y en el instinto de tu amor, que te abrirá a merecer y tener buena compañía.

Capítulo I

¿De qué va la ética?

La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana (Octavio Paz, La otra voz).

Puesto que nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Pero hay cosas que hay que conocerlas, porque en ellas nos va la vida. Así se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir.

Por lo tanto, entre todos los saberes existe uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. Así a lo que nos conviene, solemos llamarlo "bueno", ya que nos sienta bien; en cambio, otras nos sientan mal, y las llamamos "malo". De tal manera que el conocimiento distinguir entre lo bueno y lo malo de resulta imprescindible.

Pero las cosas no son tan sencillas, a veces hay cosas que son buenas en unos aspectos, pero en otras malas. En el campo de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan aún con mayor frecuencia (la mentira es, en general, algo malo, pero a veces puede ser útil o beneficiosa (no decirle a un enfermo que padece una enfermedad terminal).

Lo de saber vivir no resulta nada fácil. Las opiniones son variadas en lo de saber vivir. En cambio esas opiniones coinciden en un punto: nuestra vida será el resultado de lo que quiera cada uno.

Los animales no tienen libertad, no hay, por lo tanto, animales buenos ni malos, ya que actúan por instinto, es decir, no lo pueden remediar (el caso de las termitas-soldado que defienden a su tribu, sacrificando su vida, frente al ataque de las hormigas.

En cambio, el hombre puede decidir (Héctor se atreve a luchar contra Aquiles, aun sabiendo que este es más fuerte que él). Héctor lo hace porque quiere, las termitas- soldado porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar. Héctor tenía la posibilidad de negarse, de no querer ser un héroe, disculparse diciendo que estaba enfermo, o que no quería enfrentarse a alguien más fuerte que él.

Esto nos lleva a una palabra fundamental: la libertad. Nosotros también estamos determinados por nuestra naturaleza (bebe agua y no lejía) y nuestra cultura (el lenguaje condiciona nuestro pensamiento) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas, o sea, que ya desde la cuna estamos condicionados. Todo esto pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Pero por muy condicionados que estemos biológica y culturalmente, los hombres siempre podemos elegir (libre albedrío). Así que, por muy presionados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos una única elección, sino que podemos elegir entre varias.

Conviene aclarar dos cosas respecto a la libertad: 1) No somos libres de elegir lo que pasa (nacer un día determinado, nuestros padres, padecer una enfermedad, sufrir un atropello...), sino libres para responde a lo que nos pasa de tal o cual manera (rebelarnos, obedecer...). 2) Ser libres para intenta algo no tiene nada que ver con lograrlo. No es lo mismo la libertad que la omnipotencia -conseguir siempre lo que uno quiere-. Por consiguiente, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra vida (soy libre de subir el Everest, pero puede ser que no lo consiga: una inadecuada condición física, una tormenta de nieve...).

En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad (terremotos, enfermedades, tiranos). Así muchos se escudan en esa falta de libertad total, para no culparse por nada de lo que les ocurre. Pero todos sabemos que no es así, uno sabe que resulta difícil optar libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias (entrar en una casa en llama para salvar a un niño). Lo más fácil en estas situaciones extremas es esperar a que san otros (los bomberos) quienes lo hagan.

En definitiva, frente a los animales, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos. De modo que debemos procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber o arte de vivir es a lo que llaman ética.

Capítulo II

Órdenes, costumbres y caprichos

No hemos de preocuparnos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma. La vida es larga si es plena; y se hace plena cuando el alma ha recuperado la posesión de su bien propio y ha transferido a sí el dominio de sí misma (Seneca Cartas a Lucilio)

A pesar de que no podamos elegir lo que nos pasa, podemos en cambio elegir lo que hacer frente a lo que nos pasa. Cuando vamos a hacer algo, lo hacemos porque preferimos hacer eso a hacer otra cosa, o porque preferimos hacerlo a no hacerlo. Sin embargo, a veces las circunstancias nos imponen elegir entre dos opciones que no hemos elegido (ejemplo del capitán del barco que debe decidir entre arrojar la carga que lleva o arriesgarse a capear el temporal). Deberá elegir lo que crea más conveniente. Es libre porque no le queda otro remedio que serlo, libre de optar en circunstancias que él no ha elegido padecer.

La mayoría de nuestros actos los hacemos casi automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al asunto (apagar la alarma del despertador, lavarse los dientes). Cuando realizamos esos actos actuamos de manera instintiva sin platearnos muchos problemas. A veces darle demasiadas vueltas a lo que uno va a hacer nos paraliza.

Hay diferentes motivos que provocan nuestros comportamientos. Un motivo se define como "la razón que tenemos o al menos creemos tener para hacer algo, la explicación más aceptable de nuestra conducta cuando reflexionamos un poco sobre ella.

Hay tres tipos de motivos: 1) las ordenes, cuando hacemos algo por mandato de otros. 2) Lascostumbres, son aquellos motivos que repetimos casi sin pensar a fuerza de hacerlo siempre, o también el ver que a tu alrededor todo el mundo se comporta así habitualmente. 3) Los caprichos, cuando el motivo parece ser la ausencia de motivo, es decir, lo hacemos porque nos apetece o nos da la gana.

Cada tipo de motivos tiene su propio peso y nos condiciona a su modo. Las órdenes se basan, sobre todo, en el miedo que podemos tener a las terribles represalias que tomarán contra nosotros, pero también al afecto y la confianza que tenemos en quien nos da la orden, ya que pensamos que lo hace para protegernos y mejorarnos como personas, en definitiva, por nuestro bien.

Las costumbres vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina y también de nuestro interés de no contrariar a los otros, es decir, la presión que ejercen sobre nosotros (zapatillas, pantalones que nos ponemos porque entre nuestros amigos es costumbre llevarlos y nosotros no queremos desentonar).

Las órdenes y las costumbres parece que vienen de la fuera, que se nos imponen sin pedirnos permiso. En cambio, los caprichos nos salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie nos los mande, ni a nadie en principio creamos imitar. Parece, por lo tanto, que somos más libres al hacer nuestros caprichos, porque es una cosa nuestra.

Cuando las cosas están de veras serias hay que inventar y no sencillamente limitarse a seguir la moda o el hábito. En esos momentos difíciles a la persona sana se le pasan casi todos los caprichitos y no le queda sino el deseo intenso de acertar con la línea de conducta más conveniente, o sea, más racional.

Capítulo III

Haz lo que quieras

La ética humanista, en contraste con la ética autoritaria, puede distinguirse de ella por un criterio formal y otro material. Formalmente se base en el principio de que solo el hombre por sí mismo puede determinar el criterio sobre virtud y pecado, y no una autoridad que lo trascienda. Materialmente se basa en el principio de que lo bueno es aquello que es bueno para el hombre y malo lo que les es nocivo, siendo el único criterio de valor ético el bienestar del hombre (Erich Fromm, Ética y sicoanálisis)

Libertad es poder decir sí o no, lo hago o no lo hago, con independencia de lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero.Libertad es decidir, pero también darse cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar. Y para no dejarse llevar, debes intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer: respecto a las órdenes, la primera, debes responder a la pregunta ¿Por qué hago esto?; la segunda, ¿Por qué obedezco lo que me mandan? ¿Por miedo al castigo, por esperanza de un premio, por miedo al castigo?

Lo mismo ocurre con las costumbres. ¿Por qué tengo que hacer siempre lo que suele hacerse o lo que suelo hacer? Una costumbre puede ser muy poco conveniente para mí, por muy acostumbrado que esté a hacerla (pedir dinero prestado a los amigos y no devolverlo nunca). Por lo que respecta a los caprichos, muchas veces tenemos ganas de hacer cosas que en seguida se vuelven contra mí, de las que me arrepiento luego (cruzar los semáforos en rojo).

Pero nunca una acción es buena solo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saberlo debo examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo. Hay que hacerse adulto, es decir, capaz de inventar nuestra propia vida y no simplemente vivir la que otros han inventado para uno. Por lo tanto, no habrá más remedio, para ser hombres y no borregos que pensar dos veces lo que hacemos. E incluso hasta tres y cuatro veces.

La palabra moral etimológicamente tiene que ver con las costumbres, ya que eso significa la palabra latina mores, y también con las órdenes, pues la mayoría de los preceptos morales suenan así como "debes hacer tal cosa" o "no se te ocurra hacer tal otra". Sin embargo, hay costumbres y órdenes que pueden ser malas, o sea inmorales.

La ética de un hombre libre nada tiene que ver con los castigos ni los premios repartidos por la autoridad, ya sea humana o divina, sino seremos meros y pobres esclavos. Hay que orientarse de otro modo.

En este libro se utilizan como sinónimos moral y ética, aunque no tengan el mismo significado. La moral es el conjunto de comportamientos y normas que determinadas personas solemos aceptar como válidos; ética es al reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes. Pero aquí se emplean las dos como arte de vivir.

Resulta muy difícil definir lo que es un ser humano bueno. Las opiniones son muy variadas al respecto. Para algunos ser bueno significa ser resignado y paciente, pero otros consideran bueno a la persona emprendedora, original, que no tiene miedo a decir lo que piensa aunque pueda molestar a alguien.

No existe un único reglamento para ser buen humano ni el hombre es instrumento para conseguir nada. Se puede ser buen hombre de muchas maneras y las opiniones que juzgan los comportamientos suelen variar según las circunstancias. La cuestión depende del ámbito en que se mueve cada cual. Habría que estudiar, no solo las circunstancias, sino también las intenciones que mueven a cada uno.

Resulta que no existe ningún claro reglamento que enseñe a ser hombre bueno y a funcionar siempre como tal. ¿Cómo resolveremos, entonces, este problema? Pues en principio, siguiendo los principios de la ética, debes seguir la siguiente consigna haz lo que quieras.





Capítulo IV

Date la buena vida

"Quizá el hombre es malo porque, durante toda la vida, está esperando morir: y así muere mil veces en la muerte de los otros y de las cosas.

Pues todo animal consciente de estar en peligro de muerte se vuelve loco. Loco miedoso, loco astuto, loco malvado, loco que huye, loco servil, loco furioso, loco odiador, loco embrollador, loco asesino" (Tony Duvert, Abecedario malévolo).

"Ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; el sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con otros" (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

Haz lo que quieras quiere decir que hay que dejarse de órdenes y costumbres, de premios y de castigos, en definitiva de cuanto quiere dirigirte desde fuera, y que tú tienes que plantearte este asuntodesde ti mismo, desde tu voluntad. Debes interrogarte a ti mismo y a nadie más sobre el uso de tu libertad.

El objetivo es que no pases el tiempo, sino que lo vivas bien. Pero existe un problema importante, esencial de la libertad misma: que no somos libres de no ser libres, no tenemos más remedio que serlo (Jean Paul Sartre dijo que "estamos condenados a la libertad"). Por lo tanto tú solamente debes serresponsable de escoger tu camino.

Pero no se debe confundir este haz lo que quieras con los caprichos. Una cosa es que hagas lo que quieras y otra bien distinta que hagas lo primero que te venga en gana. Sirva como ejemplo la historia que aparece en la Biblia de Esaú y Jacob, hijos de Isaac. Esaú, como estaba cansado y hambriento tras haberse ido a cazar, aceptó cambiar su derecho de primogenitura a su hermano a cambio de un potaje de lentejas. Así que accedió a cambiar futuros derechos de primogénito por las sabrosas lentejas del presenta. ¿Eran esas lentejas lo que Esaú quería de veras o simplemente lo que le apetecía en aquel momento?

A veces los hombres queremos cosas contradictorias que entran en conflicto unas con otras. Es fundamental establecer prioridades e imponer cierta jerarquía entre lo que de pronto me apetece y lo que en el fondo, a la larga, quiero.

En el comportamiento de Esaú parece que tuvo gran peso la muerte, la certeza de que se iba a morir, lo que parece llevarle a pensar que la vida no vale la pena, que todo dé igual. Por lo tanto, Esaú, por miedo a la muerte, decide vivir como si ya estuviese muerto y todo diese igual.

Por lo tanto lo primero que se debe hacer es pensar con detenimiento y a fondo que es lo que quieres. Sin duda, te apetecen muchas cosas, a menudo contradictorias, como le sucede a todo el mundo (quiere tener dinero, pero no quieres avasallar al prójimo para conseguirlo, quiere saber cosas y comprendes que debes estudiar, pero también quieres divertirte, etc.)

Se trata de que te des una buena vida humana, y ser humano consiste principalmente en tener relaciones con los otros seres humanos. Muy pocas cosas conservan su gracia en la soledad, y si la soledad es completa y definitiva, todas las cosas buenas se amargan irremediablemente. La buena vida humana es buena vida entre seres humanos o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana.

Además queremos ser tratados como humanos, porque eso de la humanidad depende en buena medida de lo que los unos hacemos con los otros. El hombre no nace ya hombre del todo ni nunca llega a serlo si los demás no le ayudan, puesto que el hombre además de una realidad biológica natural (como los animales y los frutos) es una realidad cultural. Por lo tanto no hay humanidad sin aprendizaje cultural y para empezar sin la base de toda cultura: el lenguaje. Vivimos en un mundo lingüístico, una realidad de símbolos y leyes sin la cual no sólo seríamos incapaces de comunicarnos entre nosotros sino también de captar la significación de lo que nos rodea. Pero nadie puede aprender a hablar por sí solo, porque el lenguaje no es una función natural del hombre, sino unacreación cultural que heredamos y aprendemos de otros hombres.

De ahí que hablar y escuchar a alguien es darle un trato humano. La humanización es unproceso recíproco. Para que los demás puedan hacerme humano, tengo que hacerles humano a ellos. Por eso darse la buena vida, es dar la buena vida a los demás.

En la película de Orson Welles Ciudadano Kane, este es un multimillonario sin escrúpulos rodeado de todo tipo de riquezas materiales y maneja a todos los demás como simples instrumentos de su ambición. Pero al final de su vida, solo, muere recordando su trineo con el que jugaba cuando era niño, período en que vivía rodeado de afecto y devolvía ese afecto a quienes lo rodeaban. Kane había sacrificado la buena vida para conseguir riquezas materiales que en realidad no le servían para nada.

Capítulo V

¡Despierta Baby!

Está bastante claro lo que queremos: darnos la buena vida, pero no lo está tanto en qué consiste eso de la buena vida. La vida es siempre complejidad y casi siempre complicaciones. Si rehúyes toda complicación y buscas la gran simpleza no creas que quieres vivir más y mejor sino morirte de una vez.

EL deseo de tener más y más (dinero, cosas...) no es del todo sano, ya que lo que poseemos nos posee. Si coges dos objetos de gran valor en las manos (joyas, dinero...) no puedes rascarte a gusto ni hacer otros muchos gestos. Las manos no solo sirven para coger sino también para rascarse o para acariciar. Kane obsesionado por conseguir cosas y dinero, trató a la gente como si también fueran cosas. Grave simplificación: la mayor complejidad de la vida es precisamente esa, que las personas no son cosas. Desengáñate, de una cosa sólo pueden sacarse cosas. Nadie es capaz de dar lo que no tiene, ni mucho menos nada puede dar más de lo que es. El dinero no puede comprar una verdadera amistad (sólo se consigue servilismo).

Cuando tratamos a los demás como cosas (como lo hacía Kane) lo que recibimos de los demás son también cosas. Pero nunca nos darán esos dones más sutiles que sólo las personas pueden dar. Así no conseguiremos ni amistad, ni respeto, ni mucho menos amor.

Ninguna cosa nos puede brindar esa complicidad fundamental que sólo se da entre iguales. Lo del trato es importante, porque los humanos nos humanizamos unos a otros. Al tratar a las personas como a personas, al tomar en cuenta lo que quieren o lo que necesitan y no sólo lo que puedo sacar de ellas estoy haciendo posible que me devuelvan lo que sólo una persona puede darle a otra.

Kane tenía de todo salvo lo que nadie más que otra persona puede dar: aprecio sincero o cariño espontáneo o simple compañía inteligente. A nadie le importaba Kane salvo su dinero.

Y es que los demás, desde fuera, pueden envidiarle a uno y no saber que en ese mismo momento nos estamos muriendo de cáncer. Kane descubrió finalmente que le faltaba lo fundamental: el auténtico afecto, el auténtico respeto y aún el auténtico amor de personas libres, de personas a las que él tratara como personas y no como a cosas.

Debes dejar a la gente en paz y sólo debes pensar en ti mismo. La buena vida que tú quieres.

Ya sabemos que ninguna buena vida puede prescindir de las cosas, pero aún menos puede pasarse de personas. A las cosas hay que manejarlas como a cosas y a las personas tratarlas como personas. Esto resulta fundamental, puesto que las personas no pueden suplirse por ninguna cosa. Por lo tanto disfruta de la humanidad ya que eres un ser humano.

La palabra crucial es atención. entendida como la disposición a reflexionar sobre lo que se hace y a intentar precisar lo mejor posible el sentido de esa buena vida, que queremos vivir, procurando comprender toda la complejidad del asunto de vivir humanamente que se las trae.

La primera disposición ética es la de estar decidido a no vivir de cualquier modo: convencerse de que no todo da igual aunque antes o después vayamos a morirnos.

El verdadero intríngulis no está en someterse a un código o en llevar la contraria a lo establecido, sino en intentar comprender. Comprender por qué ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de qué va la vida y qué es lo que puede hacerla buena para nosotros los humanos. Ante todo, nada de contentarse con ser tenido por bueno, con quedar bien, o con que nos den aprobado.

Para darse la buena vida es preciso además de la atención, hablar con los demás, dar razones y escucharlos. Pero el esfuerzo de tomar la decisión tiene que hacerlo cada cual en solitario:nadie puede ser libre por ti.

Por último dos cuestiones: ¿Por qué está mal lo que está mal? Y la segunda: ¿En qué consite lo de tratar a las personas como a personas?

Capítulo VI

Aparece Pepito Grillo

"No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti" es uno de los principios más fundamentales de la ética. Pero es igualmente justificado afirmar: todo lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo. (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

La única obligación que tenemos en la vida es la de no ser imbéciles. Esta palabra proviene del latín baculus "bastón"; el imbécil es el que necesita bastón para caminar. Pero aquí hablamos del imbécil que cojea del ánimo, el que tienen un espíritu débil.

Hay varios modelos de imbéciles:

a) El que cree que no quiere nada, le da igual todo, el que vive en un constante bostezo o siesta.

b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta.

c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita a los demás o les lleva la contraria, todo lo hace siguiendo la opinión mayoritaria.

d) El que sabe que quiere y sabe lo qué quiere, pero lo quiere con miedo o con poca fuerza. Acaba dejando lo que quiere hacer para mañana.

e) El que quiere con fuerza y ferocidad, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, y termina confundiendo la buena vida con aquello que le va a hacer mucho daño.

Todos estos modos de imbecilidad necesitan apoyarse en cosas ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias. Todos ellos suelen fastidiarse a sí mismos y nuncalogran vivir la buena vida.

No debes confundir esta imbecilidad con ser imbécil. Uno puede ser imbécil para las matemáticas y no serlo para la moral -para la buena vida-. O al revés, ser muy inteligente para los negocios y unos auténticos cretinos para cuestiones de ética.

Lo contrario de ser imbécil es tener conciencia y aunque hacen falta algunas cualidades innatas, y también circunstancias sociales y económicas favorables, hay que potenciarla y desarrollarla con la práctica. Si nadie te trata como humano, no es raro que te comportes como una bestia.

Esa conciencia se fundamenta en los siguientes rasgos:

a) Saber que no todo da igual porque queremos vivir y además vivir bien, humanamente bien.

b) Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o no.

c) A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral.

d) Renunciar a buscar coartadas y hacernos responsables de las consecuencias de nuestros actos.

Para vivir bien los humanos necesitamos algo que solo los otros humanos pueden darnos si nos lo ganamos pero que es imposible de robar por la fuerza o los engaños (Calígula era respetado por los demás por medio del terror y el pánico, así, murió a manos de sus propios guardias).

Hay que ser un egoísta consecuente, es decir, aquel que sabe de verdad lo que le conviene para vivir bien y se esfuerza por conseguirlo (Gloucester, el futuro Ricardo III, nació muy listo, pero contrahecho; quería ser amado, pero se siente aislado por su malformación, y cree que el afecto puede imponerse a los demás a la fuerza, por medio del poder. Fracasa estrepitosamente: consigue el trono, pero no inspira a nadie cariño sino horror y después odio. A pesar de que había conseguido su objetivo: el trono, tuvo que sacrificarlo por la posibilidad de ser amado y respetado por los demás. Al final lo atormentan la culpa y los remordimientos.

Y es que todos al actuar mal y darnos cuenta de ello, comprendemos que ya estamos siendo castigados, que nos hemos estropeado a nosotros mismos voluntariamente.

Esos remordimientos vienen de nuestra libertad. Por eso cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso, buscamos disculpas como "eran ordenes de miss superiores", "todo el mundo hacía lo mismo", "no me di cuenta de lo que hacía"... Siempre queremos ser libres para atribuirnos los meritos de lo que logramos, en cambio, echamos la culpa a las circunstancias cuando nuestros actos terminan en fracaso.

Por lo tanto hay que tomarse en serio la libertad y ser responsable. Y es que la libertad tiene efectos indudables, que no se pueden borrar a conveniencia una vez producidos. Cada acto libre que hacemos limita nuestras posibilidades al elegir y realizar una de ellas y debemos asumir nuestra responsabilidad, independientemente de que el resultado sea bueno o malo.

Así que hay que hacerse responsables de las consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que pueda corregirse y aprovechar al máximo lo bueno. Debemos renunciar a lo irresistible para justificar nuestros actos, lo irresistible (propaganda, apetito, soborno, amenaza, forma de ser...) es una superstición inventada por los que le tienen miedo a la libertad.

A nadie se le regala la buena vida humana ni nadie consigue lo conveniente para él sin coraje y sin esfuerzo: por eso virtud deriva etimológicamente de vir, la fuerza viril del guerrero que se impone en el combate contra la mayoría.

Lo trascendente de la responsabilidad no consiste simplemente en tener la gallardía o la honradez de asumir los propios errores sin buscar excusas, sino en saber también que cada uno de mis actos me va construyendo. Al elegir lo que quiero hacer voy transformándome poco a poco.

Si obro bien cada vez será más difícil obrar mal (y al revés, por desgracia): por eso lo ideal es ir aprendiendo a vivir bien.

Capítulo VII

Ponte en su lugar

Toda vida verdadera es encuentro (Martín Buber, Yo y Tú).

[...] Todos estiman que incluso hay que glorificar, con el título de humanidad, el hecho de que el hombre es para el hombre salvación y consuelo, puesto que es esencialmente "humano" -y ninguna virtud es tan propia del hombre como esta- suavizar lo más posible las penas de los otros, hacer desaparecer la tristeza, devolver la alegría de vivir, es decir: el placer (Tomás Moro,Utopía).

Cuando Robinson Crusoe se encuentra con la huella de un ser humano la situación cambia radicalmente porque ya no tienen que vérselas con acontecimientos naturales -hambre, lluvia, fieras salvajes- sino con otro ser humano.

Mientras estuvo solo, su meta es salvar la vida en un medio hostil y desconocido. Pero cuando encuentra la huella de Viernes empiezan sus problemas éticos. Ahora tiene que empezar a vivir humanamente, con otros o contra otros hombres, pero entre hombres. Lo que hace la humana a la vida es el compartirla con otros humanos, hablando con ellos, pactando y mintiendo, siendo respetado o traicionado, amando, haciendo proyectos, organizando juntos las cosas...

Lo que le interesa a la ética es como vivir bien la vida humana, que transcurre entre humanos. Pero si uno no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y eso tiene consecuencias muy negativas.

Pese a las diferencias culturales entre Crusoe y Viernes, también había entre ellos rasgos comunes: ambos hablaban, aunque en lenguas distintas. El mundo está hecho para ellos de símbolos y de relaciones entre símbolos, no de simples cosas sin nombre. Los dos son capaces de valorar los comportamientos, de saber que uno puede hacer cosas que están bien y otras que están mal. Aunque tuvieran posiciones muy distantes desde las que discutir, podían llegar a discutir y comprender de qué estaban discutiendo.

Lo más importante respecto a los hombres no es si su conducta me parece conveniente o no, sino que -como ser humano- me convienen y eso nunca debo olvidarlo al tratar con ellos. Sin los demás humanos, podría quizás vivir, pero no vivir humanamente. Ningún animal, por cariñoso que sea, puede darme tanto como otro ser humano, incluso aunque sea un ser humano un tanto molesto.

En la relación con los demás tenemos que tener claras dos cosas:

1. El que roba, mata, miente, traiciona no deja por ello de ser un ser humano. Y aunque su comportamiento no sea el adecuado, aún puede transformarse en lo más conveniente e imprescindible para nosotros.

2. La capacidad de imitación de todos los humanos. La mayor parte de nuestros comportamientos los copiamos de los demás. En todo lo que llamamos civilización, cultura hay un poco de invención y muchísimo de imitación. Por eso es tan importante el ejemplo que damos a nuestros iguales.

Aquellos a los que llamamos malos, o sea, los que tratan a los demás humanos como a enemigos en lugar de procurar su amistad. Si se compartan de manera hostil y despiadada con sus semejantes es porque sienten miedo, o soledad, o porque carecen de cosas necesarias que otros poseen. O porque padecen la mayor desgracia de todas, las de ser tratados sin amor ni respeto por la mayoría (como le ocurría a Frankenstein). Cuanto más felices seamos, menos ganas tendremos de hacerle mal al prójimo.

La mayor ventaja que podemos obtener de nuestros semejantes es la complicidad y afecto de más seres libres. Es decir, el aumento y refuerzo de mi humanidad.

El esclavo (ratón) quiere obligar a los demás a que le quieran para así ser capaz de quererse a sí mismo y el libre (león) se quiere a sí mismo por lo que es capaz de querer a los demás. El esclavo está dispuesto a hacer lo que sea contra los demás para prevenir lo que los demás puedan hacer contra él, mientras que el león considera que hace a favor de sí mismo todo lo que hace a favor de los demás.

Tratar humanamente a las personas consiste en que intentes ponerte en su lugar, adoptar su propio punto de vista: "Soy humano y nada de lo que es humano puede parecerme lejano". Tener conciencia de mi humanidad consiste en darme cuenta de que, pese a las diferencias entre los individuos, estoy también dentro de cada uno de mis semejanzas. Para ello hay que tener en cuenta sus derechos, por lo tanto hay que ponerse en su lugar y comprender lo que hacen y lo que sienten,tomarlos en serio, considerarlos tan plenamente reales como a ti mismo.

El interés absoluto de ser humano entre los humanos es dar y recibir el trato de humanidad sin el que no puede haber buena vida. Y al ponerse en el lugar del otro no sólo debes ser capaz de atender a sus razones, sino también de participar de algún modo en sus pasiones y sentimientos, en sus dolores, anhelos y gozos. Se trata de tener simpatía o compasión con el otro, no dejarle del todo ni en su pensar ni en su querer.

Esto no significa que siempre debas darle la razón en lo que pide o hace. Ni tampoco quedebas comportarte como si fueseis idénticos. O sea, que él debe seguir siendo él y tú tienes que seguir siendo tú. El primero de los derechos humanos es el de no ser fotocopia de nuestros iguales, a ser más o menos raros. Y no hay derecho a obligar a otro a que deje de ser raro por su bien, salvo que su "rareza" consista en hacer daño al prójimo directa y claramente.

Hay dos palabras claves: derecho y justicia. La virtud de la justicia consiste en la habilidad y el esfuerzo que debemos hacer cada uno por entender lo que nuestros semejantes pueden esperar de nosotros.

Es cierto que nadie puede ser justo por ti si tú no te das cuenta de que debes serlo para vivir bien. Para entender del todo lo que el otro espera de ti no hay más remedio que amarle un poco, aunque no sea más que amarle sólo porque también es humano, y ese amor no hay ninguna ley que pueda imponerlo.

Capítulo VIII

Tanto gusto

"La moderación presupone el placer; la abstinencia, no. Por eso hay más abstemios que moderados" (Lichtenberg. Aforismos).

"La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardian natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de los demás" (John Stuart Mill, Sobre la libertad).

Cuando la gente habla de moral e inmoralidad se trata de algo referente al sexo. Pero somos cuerpo, sin cuya satisfacción y bienestar no hay vida buena que valga. El que se avergüenza de las capacidades gozosas de su cuerpo es tan bobo como el que se avergüenza de haberse aprendido la tabla de multiplicar.

Para el hombre, al igual que para los animales, el sexo es un mecanismo de reproducción; pero en el hombre produce otros efectos, por ejemplo la poesía lírica y la institución matrimonial. Por lo tanto, cuanto más se separa el sexo de la simple procreación, menos animal y más humano resulta.

Esa obsesión sobre la inmoralidad sexual es uno de los más viejos temores sociales del hombre: el miedo al placer. Y es que el placer asusta porque nos gusta demasiado. El placer nos distrae a veces más de la cuenta, cosa que puede resultarnos fatal. Por eso se han visto siempre acosados por tabúes y restricciones, cuidadosamente racionados, permitidos solo en ciertas fechas..., se trata de precauciones sociales para que nadie se distraiga demasiado del peligro de vivir.

También están los que sólo disfrutan no dejando disfrutar. Tienen tanto miedo a a que el placer les resulte irresistible, se angustian pensando que les puede pasar si le dan de verdad gusto al cuerpo, que se convierten en calumniadores profesionales de el placer.

Pero nada es malo solo porque te dé gusto hacerlo. A esos calumniadores se les llama puritanos, sostienen que siempre tiene más mérito sufrir que gozar, creen que cuando uno vive bien tiene que pasarlo mal y que cuando uno lo pasa mal es porque está viviendo bien. Los puritanos se consideran la gente más moral del mundo y además guardianes de la moralidad de sus vecinos.

El puritanismo es, por tanto, la actitud más opuesta que puede darse a la ética. No debemos abandonar nuestros placeres ya que, por un lado, los años nos van quitando sin cesar posibilidades de gozo por lo que no es prudente esperar demasiado para decidirse para pasarlo bien. Lo que si tienes que tener en cuenta es que no debes obsesionarte con meter a la fuerza en el instante que vives los placeres que no pegan (disfruta de lo que te rodea, sin afligirte por lo que no tienes).

Además debes usar los placeres teniendo siempre el control sobre ellos, evitando que se revuelvan contra el resto de lo que forma tu existencia personal. Si te entregas con demasiada generosidad al placer es capaz de dejarte sin nada con la disculpa de hacértelo pasar bien. Usar los placeres es no permitir que cualquiera de ellos te borre la posibilidad de todos los otros y que ninguno te esconda por completo el contexto de la vida nada simple en que cada uno tiene su ocasión. Cuando usas un placer, enriqueces tu vida. Cuando abusas de un placer notas que te va emprobeciendo la vida y que ya no te interesa la vida sino sólo ese placer. El placer se convierte en un refugio para escapar de la vida, para esconderte de ella y calumniarla mejor.

Algunos placeres amenazan con matarnos o matar nuestra salud y nuestro cuerpo, o nos embrutecen matando nuestra humanidad. No debemos buscar placeres que me permitan huir de la vida, sino que me la hagan más intensamente agradable.

La mayor gratificación que podemos obtener de algo es la alegría, es decir, un sí a la vida, a lo que somos, o a lo que sentimos ser. Quien tiene alegría ya ha recibido el premio máximo y no echa de menos nada; quien no tiene alegría es un miserable que carece de lo más importante. El placer es estupendo cuando sabemos ponerlo al servicio de la alegría, pero no cuando la enturbia o la compromete. La alegría es una experiencia que abarca placer y dolor, muerte y vida; es la experiencia que definitivamente acepta el placer y el dolor, la muerte y la vida.

Al arte de poner el placer al servicio de la alegría se le llama templanza. Pero hoy no está muy de moda, se la sustituye por la abstinencia radical o por la prohibición policíaca. Pero cuanto más se privan a la fuerza de las cosas, con más avidez las desean, más se entregan a ellas con mala conciencia, dominados por el más triste de todos los placeres: el placer de sentirse culpables.

En cambio, la templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. Comprender el sufrimiento de quien padece e intentar remediarlo no supone más que interés porque el otro pueda gozar también, no vergüenza porque tú estés gozando.

Capítulo IX

Elecciones generales

"No el Hombre, sino los hombres habitan este planeta. La pluralidad es la ley de la Tierra" (Hanna Arendt, La vida del espíritu).

"Si yo supiese algo que me fuese útil y que fuese perjudicial a mi familia, lo expulsaría de mi espíritu. Si yo supiese algo útil para mi familia y que no lo fuese para mi patria, intentaría olvidarlo. Si yo supiese algo útil para mi patria y fuese perjudicial para Europa, o bien que fuese útil para Europa y perjudicial para el género humano, lo consideraría como un crimen, porque soy necesariamente hombre mientras que no soy grancés más que por casualidad" (Montesquieu).

Se oye mucho: ¡La política es una vergüenza, una inmoralidad! ¡Los políticos no tienen ética! Pero la ética no es una arma arrojadiza. Solo sirve para intentar mejorarse a uno mismo, no para reprender al vecino.; y lo único seguro que sabe la ética es que el vecino, tú, yo y los demás estamos hechos artesanalmente, de uno en uno, de manera diferente. Por eso vale más ocuparse de uno mismo, ya que más nos vale.

Lo más probable es que los políticos se nos parezcan mucho a quienes les votamos, quizá incluso demasiado; si fuesen distintos a nosotros, muchos peores o mejores que el resto, seguro que no les elegiríamos para representarnos en el gobierno.

Quienes desean alcanzar cargos políticos por vía electoral procuran presentarse al público como gente corriente, muy "humanos", con las mismas aficiones, problemas y hasta pequeños vicios que la mayoría cuyo voto necesitan para gobernar. Ofrecen ideas para mejorar la gestión de la sociedad y se consideran capaces de ponerlas en práctica, pero son ideas que cualquiera debe poder comprender y discutir, así como tienen que aceptar también la posibilidad de ser sustituidos en sus puestos si no son competentes o tan honrados como parecían. Entre esos políticos los habrá decentes y otros caraduras y aprovechados, como en todas las profesiones (bomberos, profesores, sastres...

Parece que su mala fama viene, en primer lugar, porque ocupan lugares especialmentevisibles en la sociedad y también gozan de privilegios.. Sus defectos son más públicos que los de las personas de a pie; además, tienen más ocasiones de incurrir en pequeños o grandes abusos. Las sociedades democráticas son muy poco caritativas con quienes están por encima o por debajo de la media: al que sobresale apetece apedrearle, al que se va al fondo, se le pisa sin remordimiento. Por otro lado, los políticos suelen estar dispuestos a hacer más promesas de las que podrían cumplir.

Solemos jugar a creernos que los políticos tienen poderes sobrehumanos y luego no les perdonamos la decepción inevitable que nos causan. Muchos políticos cuando se creen "jefes" perfectos, siempre en posesión de la verdad, no hay modo de quitarles del cargo.

Dejando en paz a los políticos, lo que a nosotros nos interesa es si la ética y la política tienen mucho que ver y cómo se relacionan. Su finalidad es la misma: se trata de vivir bien, ya que el objetivo de la política es el de organizar lo mejor posible la convivencia social, de modo que cada cual pueda elegir lo que le conviene. Así cualquiera que tenga la preocupación ética de vivir bien no puede desentenderse de la política.

Sin embargo, tampoco faltan diferencias importantes: la ética se ocupa de lo que uno mismo hace con su libertad, mientras que la política intenta coordinar para el conjunto lo que muchos hacen con sus libertades.. En la ética, lo importante es querer bien. Para la política lo que cuentan son los resultados de las acciones, y el político intentará presionar con los medios a su alcance -incluso la fuerza- para obtener ciertos resultados y evitar otros.

La ética no puede esperar a la política. En todas las épocas, las sociedades han tenidosus defectos, abusos y crímenes. Pero en todas las épocas ha habido personas capaces de vivir bien. Cuando podían colaboraban en mejorar la sociedad en la que les había tocado vivir; si eso no les era imposible, al menos, no la empeoraban. Lucharon y luchan también hoy para que las relaciones humanas políticamente establecidas vayan siendo más humanas (menos violentas y más justas); pero nunca han esperado a que todo fuese perfecto y humano para aspirar a la perfección y a la verdadera humanidad.

Ningún orden político es tan malo que en él ya nadie pueda ser ni medio bueno: por muy adversas que sean las circunstancias, la responsabilidad final de sus propios actos, los tiene cada uno y lo demás son coartadas.

Desde el punto de vista ético, la organización política preferible tendría los siguientesrasgos:

a) El respeto al máximo de las facetas públicas de la libertad humana: libertad de reunirse, de expresión, de intervenir en asuntos públicos, crear belleza o ciencia. Además concederá gran importancia a la responsabilidad social de las acciones y omisiones de cada uno (circunstancias históricas, tipo de sociedad, impulsos humanos...).

b) El trato a las personas como a personas, es decir, ser capaces de ponernos en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar nuestros intereses para armonizarlos con los suyos. A esta virtud se le llama justicia, y este sistema político debe, por medio de leyes e instituciones, fomentar la justicia entre los miembros de la sociedad. Por otro lado, a la condición de que todo ser humano sea tratado de manera semejante a los demás, sea cual fuere su sexo, color de piel, ideas, gustos..., se le llama dignidad. Todo ser humano tiene dignidad, por lo que no puede ser sustituido (su propia personalidad) ni se le debe maltratar con el fin de beneficiar a otro. Hasta e la guerra que es el mayor fracaso del intento de buena vida en común de los hombres, hay comportamientos que suponen un crimen mayor que el de la misma guerra. Es la dignidad humana lo que nos hace a todos semejantes porque certifica que cada cual es único, no intercambiable y con los mismos derechos al reconocimiento social que cualquier otro.

c) La realidad del sufrimiento. Debemos simpatizar con los dolores, con las desdichas que por error propio, accidente fortuito o necesidad biológica (enfermedades, vejez, trastorno mental o emocional, agresiones, etc.) afligen a los demás, ya que antes o después pueden afligirnos a todos. La política deseable tiene que garantizar la asistencia comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que por cualquier razón menos pueden ayudarse a sí mismos.

La comunidad política de los hombres se basa en la libertad, la justicia y la asistencia. La sociedad política debe garantizar los llamados derechos humanos, la mayoría de estos, por desgracia, son un catálogo de buenos propósitos más que logros efectivos.

Hoy resulta imprescindible el establecimiento de una autoridad a escala mundial confuerza suficiente para disuadir a cualquier grupo de la afición a las guerras. Nuestro planeta, con su equilibrio vegetal y animal, no tiene sustituto, así que corremos el peligro de destruirlo y con él, nuestra propia existencia. Por lo tanto mantenerlo habitable y hermoso es unatarea que sólo puede ser asumible por los hombres en cuanto comunidad mundial.

Se deben rechazar las doctrinas que enfrentan a unos hombres con otros: el racismo, los nacionalismos feroces, las ideologías fanáticas, religiosas o civiles, incapaces de respetar el pacífico conflicto entre opiniones, que exigen a todo el mundo creer y respetar lo que ellas consideran la verdad y sólo eso.

Epílogo

Tendrás que pensártelo

"Adiós amigo lector; intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo" (Sthendal, Lucien Leuwen).

El tema de este libro, en definitiva, es lo que puedes hacer con tu vida, es decir, se plantea la pregunta ¿Cómo vivir del mejor modo posible? La vida tiene sentido y sentido único, va hacia adelante, no hay moviola, no se repiten las jugadas ni suelen poder corregirse. Por eso hay que reflexionar sobre lo que uno quiere y fijarse en lo que se hace. Después guardar siempre el ánimo ante los fallos, porque la suerte también juega y a nadie se le deja acertar en todas las ocasiones. ¿El sentido de la vida? Primero procurar no fallar; luego, procurar fallar sin desfallecer.

Sobre si tiene sentido la muerte, si la muerte vale la pena, resulta más razonable plantearse si tiene sentido la vida, porque de esa sí que no sabemos nada, ya que todo nuestro saber y todo lo que merece la pena para nosotros proviene de la vida. Así la ética se propone enriquecerla y reforzarla. Lo que interesa no es si hay vida después de la muerte, sino que haya vida antes. Y que esa vida sea buena, no simple supervivencia o miedo constante a morir.

Sobre la pregunta acerca de cómo vivir mejor, la respuesta hay que buscarla personalmente, y esto por tres motivos:

a) Porque un maestro solo conoce cómo puede darse a sí mismo una buena vida, pero no a los demás.

b) Porque vivir no es una ciencia exacta, como las matemáticas, sino un arte, como la música. Hay que tener unas condiciones innatas, pero luego hay que practicarlas y desarrollarlas.

c) La buena vida no es algo general, sino que sólo existe a la medida. Cada cual debe ir inventándosela de acuerdo a su individualidad, única, irrepetible y frágil. La sabiduría y el ejemplo de los demás puede ayudarnos, pero no sustituirnos.

La vida nos la dan sin instrucciones. La ética no puede suplir del todo esa deficiencia porque no es más que la crónica de los esfuerzos hechos por los humanos para remediarla. La ética lo único que puede decirte es que busques y pienses por ti mismo, en libertad sin trampas:responsablemente. Y al elegir, procura escoger aquellas opciones que permiten luego mayor número de opciones posibles. Elige lo que te abre a los otros, a nuevas experiencias, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y lo que te entierra.

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